Llegó el día, el momento de la decisión final. El jurado electo había realizado el cometido vagamente estipulado, y fallando como es preceptivo por unanimidad, eligieron a las escogidas para representar al colectivo fallero.
No tengo ni la más mínima duda que eligieron a quienes han creído las mejores de entre las preseleccionadas, pero lo que siempre me queda en la duda, es si eligen verdaderamente a las representantes de la fiesta fallera.
Que nadie entienda con esto la más mínima crítica hacía las recién elegidas Falleras Mayores de Valencia, tiempo habrá si así se cree oportuno, de valorar su representación, que no su persona.
Mi duda se basa en la continua degradación que a mi particular entender sufre la fiesta fallera, y lo poco que hacemos para remediarlo, incumpliendo de base los preceptos fijados por el actual Reglamento Fallero. No creo que estemos escogiendo a las máximas representantes de la fiesta fallera, simplemente estamos eligiendo a la representación, fallera por estar obligatoriamente censadas en una comisión, de una parte de la juventud actual.
La elección al cargo de Fallera Mayor de Valencia debería de estar reglada con unos preceptos básicos propios de la fiesta a la que representan, y que tienen en su propia Carta Magna. No podemos ser tan cínicos de rasgarnos las vestiduras al querer imponernos un cambio de fecha abogando entonces a la tradición, a lo estipulado en el vigente reglamento por acuerdo del colectivo, y posteriormente olvidarnos de este al elegir a su máxima representante.
En su título primero, artículo 2.1, deja muy claro en su definitorio, que la actividad esencial y obligatoria de un fallero es la “plantà”. Siendo obviamente la falla, el eje fundamental de la fiesta. De igual manera en su artículo 1.4, dice textualmente “las Fallas Valencianas, en razón de su propia tradición, declaran su firme compromiso en la defensa de la indiscutible y diferenciada personalidad del pueblo valenciano, así como de sus señas de identidad”. A renglón seguido en su punto 5, podemos leer que al margen de poder utilizar las lenguas valenciana y castellana, se recalca que se deberá usar “de forma preferente” el idioma valenciano.
Tres puntos claros y diáfanos que son ignorados por los jurados, por no ser reglados, y que nos llevan a situaciones absurdas o irreverentes. La propia presidenta nata de JCF elude después de veinte años en el cargo, lo citado en la constitución fallera en materia de la utilización “de forma preferente” del idioma valenciano. Un hecho que debería, si no exigirse, valorarse de forma contundente a la hora de llegar al cargo de Fallera Mayor.
El desconocimiento del colectivo, de sus artistas, de su funcionamiento, de la fiesta en general, es sencillamente ruborizante. Seamos consecuentes, alcanzar el cargo de representar la fiesta fallera debe ser una “oposición” a la cual se debe ir preparada en la materia a la que se refiere, o como dijera una buena amiga a respuesta de una Fallera Mayor de Valencia quien pedía que se les llevara a más sitios para conocer la fiesta, “se viene aprendida de casa” y es muy duro, realmente muy duro, no saber quién fue Regino Mas, pero el día de la proclamación todo el mundo sabía de la vida y milagros de Nacho Vidal.
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Falleras, jurados y Nacho Vidal
- Julio Fontán
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