Cuando veía la luz el número del pasado mes de octubre, Jesús Robredo, un buen amigo y mejor persona, me recriminaba amistosamente el hecho de haber “politizado” mi editorial de ese mes, cuando nunca me había permitido la licencia de entrar en temas políticos. Muy fácil lo tuve para convencerle de mi porqué. Gracias a la mala gestión de unos y otros las fallas están sufriendo el “acoso” político intentando cambiar la fecha de la cremà y agravando peligrosamente la situación de un colectivo, sin ánimo de lucro, con trece puntos más de IVA, y esto, no sólo hay que decirlo, sino también reprochárselo a los culpables.
Sin dejar el tono del pasado editorial, porque nada se ha solucionado definitivamente, voy a permitirme el seguir en la misma línea. Y es que viendo lo que sigue aconteciendo, la reacción de los ciudadanos de a pie ante el erre que erre de los “qui manan”, los problemas que nos acarrean y las soluciones tan espectaculares que nos dan, no hay más remedio que, al menos, protestar desde donde cada uno tenga oportunidad.
Hace unos días leía que doña Rita se quiere presentar a una nueva legislatura, que los de Compromis tratan de arreglar el colectivo fallero sin saber de lo que va y que los socialistas no parecen aclararse demasiado entre ellos. Y la verdad es que no lo entiendo (bueno, sí). También leía que los cajones están llenos de facturas sin pagar, que la mediana empresa lo tiene difícil para cobrar, que hay cierres constantemente -y los que van a venir-, que Valencia está endeudada hasta el cuello con bancos, farmacias, etc. y que la gente cada vez somos más pobres -el 21% de los españoles se encuentran bajo el umbral de la pobreza- (bueno, algunos que se los llevan no tanto).
Con este panorama, y la vehemencia de la sra. Merkel pidiendo más y más esfuerzos, tendremos que empezar a pensar como Pepe, el “prota” de la película “Vente a Alemania, Pepe”, que el director Pedro Lazaga nos ofrecía en 1971 con Alfredo Landa, José Sacristán, Tina Sáinz, Antonio Ferrandis, etc., en la que Pepe decide emigrar a este país, aunque su sueño empezaba a las cinco de la mañana, limpiando cristales, y concluía a las doce de la noche pegando carteles. Pero al menos, tenía trabajo remunerado.
En el discurso que pronunció la alcaldesa en la proclamación de nuestras Falleras Mayores, doña Rita hablaba de la cohesión de los falleros, “de su fuerza y crecimiento ante las adversidades en las más difíciles coyunturas económicas”. También hacía alusión a que “Valencia no se entiende sin sus fallas”, vamos “que se explica mejor con ellas, con su fiesta grande porque a través de ellas se proyecta al mundo una imagen colorida y mediterránea, un pueblo artístico y creativo, de espíritu crítico, satírico e irónico ante la vida…”.
Después de esto, que es una verdad como un templo, no puedo entender la reacción de quienes presiden la Comunidad por tratar de cambiar nuestras costumbres, por no impedir con todas las fuerzas disponibles que esos 13 puntos no sean una realidad. Porque esos trece puntos han de ser sufragados por los falleros que forman las comisiones y dadas las circunstancias, difícil está el que podamos seguir manteniendo el nivel de calidad y volumen que venimos disfrutando desde hace años. Los artistas este año se lo comerán con patatas, y el próximo ya veremos qué pasa, pero la esencia de todo está en generar esos dineros que la comisión necesita para poder plantar, y eso, con la que está cayendo, si antes ya estaba difícil, ahora se adivina hasta imposible.
Si los problemas no se solucionan y el colectivo no consume, ya vendrá el tío Paco con las rebajas al verse mermados de una forma considerable los activos de los impuestos que se generan.
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Vente a Alemania, Pepe
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