Si llegan ustedes a leer esta columna quiere decir que los mayas no calcularon bien el fin del mundo. Por una parte me alegro porque quiere decir que no nos hemos ido al garete, pero por otra tampoco es que me ponga tan contento como pudiera ser. Esto del fin del mundo me servía para justificar la serie de mazazos que nos estamos llevando en la fiesta, porque a los falleros sí que se nos acaba el mundo. Un mundo al que le veo mala salvación por nuestra culpa, culpita. No intentemos echar las responsabilidades a otros.
Aquí lo importante es llamar a las cosas por su nombre. Las Fallas, la fiesta de Interés Turístico Internacional y candidata a ser declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en estos momentos es un sindiós.
De un tiempo a esta parte habíamos llegado a algo parecido a la evolución festiva, lo que demostraba que Darwin tenía razón y las especies avanzan. En este caso el fallero, dando pasitos en cómo hacer la fiesta. Pero en esas estábamos que empezaron a darnos como a un muñeco de feria. No voy a enumerar todos los golpetazos que nos hemos llevado en cuestión de unos años, los sabemos todos. A lo que voy es que no hemos hecho nada para defendernos. Nada.
El fallero está inerte esperando a que le metan doblada una más, e irán unas cuantas. El fallero no es tan evolucionado como Darwin podía pensar.
La última es buenísima. Resulta que los niños no pueden tirar el tro de bac, porque evidentemente no tienen 18 años, y evidentemente no les dejan hacer el CRE. Y yo digo una cosa a los que hacen las normas. ¡Ya está bien! Esto es humillante, del todo. Del todo.
Las Fallas somos el tonto del pueblo y nos dejamos tirar la bola de trapo como en las ferias de atracciones. Somos un pelele, porque hacen de nosotros lo que quieren, no nos dan explicaciones y encima nos gusta. Qué gran fallero se perdió con el Marqués de Sade.
¿Saben aquello de ejercer de meretriz y pagar la cama? Pues la cama nos está saliendo por un pico. Y yo personalmente estoy hasta las gónadas. Eso sí, a nosotros que nos den por todas partes, pero luego a pasar el cepillo los que mandan, que nos saquen los cuartos y que ni nos movamos. Allá va, dobladita y por la puerta de atrás.
En estos momentos nos hemos convertidos en palmeros del “si no se puede hacer nada”. ¿Cómo que no se puede hacer nada? A mí me han contado asambleas históricas en el ayuntamiento a cajas destempladas. Luchas a cuchillo por ideales, que muchas veces escondían intereses espurios, pero por lo menos se decía algo. Ahora es el tro de bac, y sigues pagando el 21% de IVA en la falla, que es el verdadero patrimonio de esta fiesta, el centro, lo único que es importante por más que muchos no lo entiendan, y sigan aferrados a la francachela y el jolgorio. Nos meten mano donde pueden, y no oigo a nadie. ¡A nadie! De verdad, falleros, ¿estamos mudos o nos ha comido la lengua el gato? Luego uno habla, con más o menos razón, como el representante de García Morato-Yecla, y hay murmullos por lo pesadito. Claro, que hay copita y codeo con los que mandan en el salón de cristal después. ¿Esto son las Fallas? Pues si son esto, por mí que se acabe el mundo.
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