Hace apenas unos días tuve el gran honor de ver como se iluminaba el rostro de una mujer al ser exaltada como fallera mayor. Ya lo era de mi casa, pero ahora resulta que lo es también de mi comisión, y uno, que a pesar de todo tiene su corazoncito, rezumaba orgullo al verla feliz, disfrutando del momento, pues al parecer, es lo único que nos importa a los falleros actualmente, nuestro ombligo, lo demás lo blasfemaremos en el bar con las manos en los bolsillos.
Y digo esto porque es curioso ver como cada día que pasa la fiesta fallera, y por ende sus correligionarios, se adentran en un oscuro túnel de difícil salida sin más voluntad que dejarse llevar por la corriente.
Está claro que apuntarse a una comisión fallera no implica en la mayoría de los casos más compromiso que abonar la correspondiente cuota exigida, pero llegados a una situación como la actual, el mínimo, al margen del citado peculio, debería ser el respeto a una fiesta de un bagaje cultural incuestionable. Lógicamente las cosas no llegan de un día para otro, pero en apenas un año, la fiesta fallera, que además es un valioso motor económico de un buen número de familias en nuestra Comunidad, está siendo arrastrada por un sucio cuérnago de aguas fecales bajo la distraída mirada de sus benefactores, quienes aceptan sin apenas rechistar las vicisitudes del destino.
A las fallas se les ha perdido el respeto, por parte primeramente de sus gobernantes, en segundo de sus convecinos, y en tercero lugar y más sangrante si cabe, por los propios falleros.
Cada mes que pasa se la sumerge más en esa ciénaga inmunda, y desde el tributo al calendario, pasando por el recorte ya establecido, la defenestración de la cultura de la pólvora, o el acoso y derribo a los casales falleros, se pasan los días sin más reacción que el onanismo mental a la sombra de un carajillo. Ante semejante “annus horribilis” balones fuera. Que si Europa, si Madrid, o la última, que si la funcionaria se extralimita o confunde sus funciones o cometido. Váyanse ustedes allá donde desemboque este oscuro túnel, y allí, retozando en sus despojos, miren a ver si aclaran sus conciencias.
Y ustedes, señores presidentes, dejen de ser serviles a la mediocridad reinante, y ya que sus delegados de sector tienen más poder que ustedes, tengan como mínimo la decencia de alzar la voz para decir lo que habitualmente dicen en la espalda, y callan en el lugar adecuado.
Parafraseando la película “V de Vendetta” podríamos decir que los falleros no deberían, como así sucede, temer a nuestros gobernantes, son ellos quienes deberían temernos. Una bonita frase llena de ideales, pero que con los pies en el suelo, es más utópica que nunca cuando resuena el repique dental en la bancada municipal. Pero claro, lo verdaderamente importante es saber a dónde o por dónde acude la Fallera Mayor, si las propuestas deben salir desde tu foro o el mío, o si mejor me callo no sea que luego paguemos las consecuencias.
Así nos cunde el pelo. Si más de uno tuviera la misma velocidad para apuntarse el tanto o salir en la foto, que para respetar defendiendo su fiesta como su cargo obliga, otro gallo nos cantaría, pues hasta ahora, sólo se perciben a las señoras de la citada ave, paradójicamente famosa por su carne y sus huevos.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
Annus horribilis
- Julio Fontán
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