Y es que no levantamos cabeza. La crisis económica que venimos padeciendo en los últimos años está debilitando de una forma insospechada al colectivo fallero, algo que por una parte se podría entender debido a la recesión en la percepción de salarios, el paro, la marcha atrás de los esponsors, la bajada en la venta de loterías, etc., pero por otra resulta difícil entender cómo a un sector que genera empleo, riqueza y altos beneficios fiscales se le está negando el pan y la sal.
A modo de recordatorio, aunque nadie lo ha olvidado, el hecho de subir el IVA 13 puntos en la obra de los artistas falleros y la idea del cambio de fecha de San José para beneficiar a determinados sectores que no aporta ni uno al colectivo fallero, son los más sangrantes.
Pero la tormenta no escampa y los imaginados “globos sonda” siguen intentando incidir en la herida de una fiesta que, para su desgracia, aguanta carros y carretas. Y es que, por lo visto, nadie quiere a las fallas ni a los falleros, pero eso sí, beneficiarse de los que producen económicamente es otra cuestión.
Los vecinos, aprovechando la coyuntura, alguno quizás con razón, incordian para poner en entredicho a los falleros y confundir a la opinión pública. Los mandatarios sólo buscan parches para paliar la tormenta y son incapaces de formar un frente común informando de lo que es la fiesta de las Fallas y concienciar a la gente de que a veces las molestias suelen salir muy rentables. No me imagino, por ejemplo en Sevilla, que los vecinos protesten por las molestias que supone la Semana Santa, o en Pamplona que intenten cargarse los Sanfermines. No existen atributos para ni siquiera insinuarlo. Pero los falleros son otra historia, cada uno va a la suya y les ha importado bien poco lo que se diga o se haga. Pero claro, todo debe tener un fin. Y el fin debe ser ya, antes de que las cosas se pongan más duras.
Lo primero que hay que buscar es la unidad del colectivo, que de una puñetera vez para siempre los presidentes ejerzan de presidentes en su comisión y en el Hemiciclo. Estamos llegando a unos límites en los que el barco navega en la dirección que el viento de los “qui manan” determina, con falsas esperanzas, con “imposiciones” veladas, pero es así. La política, queramos o no, siempre ha estado presente, se ha soportado, pero casi siempre se ha sacado beneficio de ello.
Hora es ya de que se deje el protagonismo personal y se exija la verdadera fidelidad al colectivo. Hay que exigir la defensa a ultranza de nuestras raíces, la “lucha sin cuartel” para defender donde haga falta las imposiciones que nos debilitan. Hay que demostrar a nuestros mandatarios que les necesitamos a nuestro lado porque, entre otras cosas, ellos también son valencianos y deben estar orgullosos de lo que se ha sido capaz de hacer en tantos años de historia fallera. Y no nos sirve el “yo soc més faller que qualsevol”.
En la calle, en los plenos y en asambleas hay que escuchar a los falleros, que esto se practica poco o nada. Hay que arrimar el hombro y dejarse de justificaciones y parches que no vienen a solucionar el enorme problema que se ha generado.
El fallero está asustado. Tanto error, tanto despiste, tanta inoperancia determinante, nos está llevando a un estado de inseguridad que nos hace vulnerables. Esto debe acabar y si para ello es necesario cambios, pues que los haya. Lo que no debemos hacer es meter la cabeza debajo del ala. Habría que involucrase bastante más, exigir con mucha más firmeza y convicción lo que merece el colectivo y bajar a la arena para conocer más de cerca los problemas, y no me refiero precisamente a asistir sólo a los múltiples actos falleros.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
Bajo el síndrome del miedo
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