Comienza el ejercicio y lo hace a la baja, como se esperaba y como parece ser que quieren los falleros, bueno los falleros quizás no, más acertado sería decir como quieren los censados en la mayoría de las diferentes comisiones.
El 2013 fue duro, muy duro. Los recursos mermaron en gran parte de las comisiones, que perdieron sin apenas enterarse poder adquisitivo a marchas forzadas, y el futuro resulta poco o nada halagüeño.
Esto no es un ataque de pesimismo, la cruda realidad es quizás más dura. Las bajas se suceden y según el comentario generalizado en el cap i casal, sólo parece que aumenta el censo en la por suerte “no extinta” Guillem Sorolla-Recaredo. Una alegría posiblemente efímera entre tanto desasosiego.
Pero bueno, las fallas seguirán adelante, siempre lo han hecho, así lo escuchamos en demasía últimamente. El cómo es otro tema, que se resuelve de forma rápida si elegimos el camino más corto, la resta. Hay que poner los pies en el suelo, repiten los más avezados en no sé qué teoría de la realidad, y abducidos por la visión europeísta de la canciller alemana Merkel, las comisiones falleras se acogen a la moda del recorte mientras esperan que alguien llene nuevamente las ubres de una hipotética vaca.
Una teoría en la que quizás también creyeron en un primer instante las pequeñas empresas de nuestros barrios, aquellas que nutrían nuestros llibrets, y en donde compraban nuestros vecinos que a su vez se convertían en abonados o falleros de honor. Aquellos pequeños comercios que han ido desapareciendo en un número cercano a uno de cada tres en el mejor de los casos, devorados por grandes superficies que pocas veces o ninguna se dejan un mísero euro en las comisiones de barrio.
Mientras tanto, frente a una cerveza fresquita que posiblemente hayan pagado otros, hay quienes se autoconvencen sobre la necesidad de volver a “l’estoreta velleta” y justificar así unos recortes, sin recordar que l’estoreta era precedida por un canto, por un trabajo previo donde los falleros, de puerta en puerta, hacían acopio de enseres. Pero a ese trabajo no interesa volver. Los “falleros” por condición de un censo prefieren seguir con la mirada fija en su ombligo, añorando lo que tenían antaño, mientras descartan trabajar en generar nuevas fuentes de ingresos. Es más rápido recortar sin miramientos aquello que nos hizo ser lo que somos: la falla, la pólvora, las bandas de música...
Finiquitada la fiesta fallera en favor de lo “verdaderamente importante”, los excesos y el alcohol como así nos han mostrado en la televisión alemana FTL, reportaje del que no hay constancia en la web oficialista, ni tan siquiera en señal de reprobación o defensa de nuestra fiesta, en unos años tendremos los resultados, y si un nuevo vellocino de oro no aparece a tiempo, el vellón no dará ni para volver entonces al “arrop i tallaetes”, tiempo al tiempo.
Urge reestructurar la fiesta, construir unas nuevas bases que miren al futuro, que sepulten las banderas del egoísmo en defensa de nuestra cultura, y parafraseando a JFK, quizás habría que recordar aquello de: “No preguntes lo que tu falla puede hacer por tí; pregunta lo que tú puedes hacer por tu falla”.
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