Con la cantidad de presuntos que van pululando de un juzgado a otro, cualquiera diría que la Justicia está más de moda que nunca. Y no será porque sea algo nuevo. Siempre ha estado ahí. Pero es que ahora hay overbooking para jueces y letrados. Los famosillos de medio pelo que se desahogan en las televisiones con el grito en el cielo y la mano ofrecida a suculentos bocados monetarios, que se regodean en el exabrupto y el insulto, acaban pasando por los juzgados para responder a querellas al honor. Estos por lo menos divierten al personal atendiendo al “pan y circo” catódico español, porque luego están los amigos de lo ajeno, los canallas que roban a lo diestro, por lo pulcro, y a lo siniestro, por lo perverso de su comportamiento. Esos, canela en rama de la España del pelotazo, la irreverente burbuja financiera y la política de pandereta y cabra, tienen a los togados de aquí para allá.
En estas estaba yo, viendo el erial de vergüenza en el que vivimos y que se llama España, que de repente me di cuenta de otros que van últimamente mucho al juzgado. El fallero no se libra de esto de las demandas, y las sentencias judiciales sobrevuelan la cabeza del que paga y hace la fiesta. Igual éste no se da cuenta, muy preocupado por si en la ofrenda sale por aquí o por allá, o si la barra está bien surtida, o si el corte de calle para la verbena se lo han denegado. Pues escúcheme una cosa, amigo, siga preocupado por cosas similares, que cada uno es cada cual y él sabrá cómo quiere tener su casa. Pero entérese de lo que está pasando de verdad, porque un día le cerrarán el casal, le dejarán sin verbenas, sin plantar falla y sin pirotecnia. Y usted mirará a los demás y preguntará ¿qué ha pasado?
Lo que pasa, queridos, es que la cosa se ha puesto seria. Muy seria. Y siempre estamos reivindicando el derecho del fallero a hacer, decir, decidir y actuar. Pues en esta ocasión quiero defender el deber del fallero a respetar, hacer cumplir, ordenar y ajustarse a las reglas del juego.
Está claro, más que el agua que ha caído últimamente, que se está, digámoslo así, estrechando el cerco obsesivamente alrededor del fallero. Hay persecución, hay ensañamiento. Hay saña. Eso es así y no me voy a bajar del burro a la hora de gritarlo. Pero una cosa no quita la otra, y el respeto una vez más se impone como receta universal para todos los males.
Ahora, no mañana, pongamos todo de nuestra parte para impedir que nos estropeen la fiesta. Y una recomendación podría ser utilizar el sentido común, que nunca falla.
El tema de los casales llega a un punto importante. A partir de septiembre en todos tendrá que lucir la placa con la letra elegida según la modalidad de sede festera en la que nos hayamos inscrito. Que será la B en la mayoría de los casos. Pues eso, a ver cómo funciona la norma porque nos van a estar mirando.
Pero no todo es culpa nuestra. Aunque muchos siempre quieren que el fallero tenga la culpa de todo. En muchas ocasiones, más de las que nos creemos, el fallero no tiene culpa. El fallero no es el culpable, como en el caso Azcárraga.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
Más vale prevenir que curar
- M. Andrés Zarapico
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