El arte de Talía y el fuego de la Cremà se juntan sobre las tablas, en este caso del teatro L´Horta de Castellar, para incendiar el ánimo de los amantes de la escena con obras de calidad y otras de no tanta; con interpretaciones medidas y con excesos desmedidos; con dramaturgia de primera fila o pachangas carnavaleras que se presentan porque, no sé si ustedes lo saben, la Central subvenciona las obras con jugosos emolumentos económicos. Y hete aquí que comienza a deshilacharse la túnica de Elektra -que es esa chiquita a la que tan bien le sienta el luto- y Blanche DuBois, la que desea coger el tranvía, parece una cabaretera de posguerra. O lo que es lo mismo, que algo falla... y nunca mejor dicho.
Ha costado sudor y lágrimas que el ajeno al movimiento fallero vea el teatro hecho por las fallas como algo más que un sainete, sin desmerecer el sainete como género totalmente válido y, de hecho, a recuperar -eso sí, con aptitud- por las comisiones. Pero ha costado mucho quitar el estigma de "más amateur que el teatro amateur" del concurso como para que sigamos por la calle de la amargura. Y aquí quiero ser contundente. Hay que eliminar -sí, he dicho eliminar- todo aquel pequeño rastrojo de cutrez de este certamen: las comisiones que se presentan para "pillar" y pasar un rato... a los leones; los que se creen que el teatro fallero es hortera, redicho y más propio de las polillas... a los leones; los que giran la cara a las Fallas a la hora de apoyar con hechos crematísticos o de promoción... a los leones. Y a todos aquellos que apoyan el teatro y confían en las fallas, a los que depositan ilusiones y se tiran al ruedo con obras, de mayor o menor envergadura, pero siempre poniendo hasta el corazón y las entrañas en escena, a todos ellos... la gloria del aplauso y los vítores del público.
¿Las presentaciones del concurso fueron apoyadas por una minoría? Pozí. ¿Importa realmente eso cuando todos los que debían estar estaban? Pues va a ser que no. El que estuvo lo hizo por convicción, porque cree en el teatro fallero y le gusta ese tipo de francachela, y seguro que no fue porque después hay "canapeses" y vino español o cañita brava por gentileza de El Corte Inglés.
Y oigan, que viva el teatro, sea o no fallero; que vivan sus autores, sus Ruiz Negre, Meliá, Beneyto, Ortega, Llopis y el bello Sigfrido Bea entre otros; sus directores y actores, los Zamora, Sáiz y Sarro, la Guerrero y hasta el celebérrimo y justamente laureado Carles Galiana, por más que luego él generalice y diga que los periodistas que hacemos información de fallas necesitamos un "macarrón" que nos pague un viaje a Broadway si lo que queremos es ver musicales y no teatro -ojala... no por lo del chulo, sino por lo de Broadway-. Y qué narices, que viva el Jurado... Juan... y sus críticas, que dan vidilla.
Que se enciendan las luces, que suba el telón y que siempre haya flores para los primeros actores y aplausos encendidos para la compañía. Señoras, señores, comienza el espectáculo. Que se rompan todos una pierna y lleven un saco de mierda a su lado.
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