En la noche del miércoles al jueves el equipo de José Lafarga nos proporcionaba uno de esos espectáculos que hacen de la fiesta fallera un hecho irrepetible.
Con una plaza plagada de falleros y curiosos, el enmascarado rostro comenzaría a elevarse a la espalda del cuerpo central del monumento.
Sorteado este, y mirando desde las alturas al público concentrado, comenzó su descenso hasta reposar sobre el cuerpo ya falcado días atrás, acompañando a su amada Cristine.
Como nada puede ser perfecto, la incertidumbre pareció apropiarse del libreto, y durante unos largos y extensos minutos el "sacabuch" se resistió a encajar en su destino.
La espera tuvo su recompensa, los aplausos sonaron, y el rostro de Lafarga se iluminaba con una sonrisa, abrazándose a Alejandro Santaeulalia.
La falla va cobrando la forma deseada, los detalles pictóricos comienzan a evidenciar su calidad, y a cada día que pasa, el trabajo realizado desde el taller de Cullera va subiendo enteros. Todavía queda mucho trabajo, pero la recompensa puede estar a la vuelta de cinco días.