El día amenazaba lluvia e intensa, como al final sucedió a pesar de los ‘meteorólogos de postal’ que tanto se prodigan. Pero la mascletà es sagrada, y el tiempo la respetó, con pasacalle incluido de la Fallera Mayor y su corte ante la falla municipal del polifacético Okuda, y los ignorados Latorre y Sanz.
A la orden de Rocío y Daniela, los almenarense de Hermanos Caballer hicieron olvidar el apodo de ‘mig ouets’ para presentar un disparo contundente que acabó oscureciendo la plaza con ese aroma a pólvora que tanto gusta.
Una señera se quiso dibujar en el cielo, pero lo que realmente quedó sería la poca visibilidad del la plaza al finalizar el disparo. Esperemos que los que tanto hablan de contaminante en las fallas, humos negros, y fallas de una hora de cremà sin contabilizar las partículas en suspensión que esto supone, no pongan su vista en la pirotecnia, ya que de ser así no nos dejan ni tirar una bombeta.
Los castellonenses oscurecieron la catedral con un disparo elegante y contundente, con su traca valenciana, su desarrollo limpio entre réplicas y contraréplicas, y un final cerrado y claro.
Hoy hubo mascletà, y así lo entendió el público asistente.