En 2020 se cumplen cuatro años de la declaración de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Para celebrar este acontecimiento, Junta Central Fallera ha preparado una programación especial, adaptada a las circunstancias sanitarias a causa de la pandemia de la COVID-19, que incluye una serie de actividades y acciones, algunas de ellas de manera online mediante las redes sociales de JCF, que se alargarán hasta el 13 de diciembre.

La semana pasada se inauguraba la conmemoración de esta efeméride. Las Falleras Mayores de Valencia, Consuelo Llobell y Carla García, acompañadas del presidente de JCF, Carlos Galiana, visitaban la Alquería Julià, convertida recientemente en la Casa de la Música, nueva sede administrativa de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana. La comitiva realizaba, posteriormente, en la iglesia de San Juan del Hospital, una ofrenda en Santa Bárbara, patrona de la pirotecnia, donde se pidió por los profesionales de la pirotecnia y por el resto de los sectores involucrados en la fiesta de las Fallas, así como por las personas que han fallecido a causa de la COVID-19 y sus familiares, por el fin de la pandemia y para que ello nos permita recuperar la salud y poder celebrar pronto la fiesta fallera.

A continuación, el alcalde de Valencia, Joan Ribó, las Falleras Mayores y el presidente de JCF, han realizado un brindis en la plaza del Ayuntamiento, con el que se daba por inaugurada la celebración del IV aniversario. Para concluir la jornada se visitó los talleres de los artistas falleros donde se están construyendo las fallas municipales 2021.

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La imagen gráfica del IV aniversario está diseñada por Reyes Pe y Ricardo Ruiz. A continuación les ofrecemos la explicación de la misma a cargo de los diseñadores.

Habitualmente, asociamos el patrimonio a lo tangible, a aquello que se materializa y que ocupa un espacio físico que podemos ver y tocar. Además, los valencianos estamos acostumbrados a ver cambiar, durante días, el funcionamiento de nuestras ciudades y pueblos, grabamos en nuestra retina imágenes de inmensas figuras devoradas por el fuego y asistimos conmovidos al renacimiento de sus cenizas en nuestras calles. Siempre, año tras año, dando la bienvenida a la primavera.

Parece lógico pensar que el origen de esta reincidencia se haya en un segundo plano, detrás de las cámaras y los flashes, donde se encuentra toda una fuerza colectiva inmortal, que tiene que ver con lo humano y lo sentimental, y que conforma un tejido local que nos protege frente a las adversidades, porque nos cose para construir algo juntos.

Es por ello que la propuesta de cartel, en un año donde las fallas no se han construido materialmente y la importancia de ese tejido humano es más trascendental que nunca, pretende reivindicar ese patrimonio inmaterial e inmortal de la fiesta, representando el inconmensurable valor que yace en todos esos lazos humanos que, a través de nuestros oficios y nuestras formas de vida, nos protegen y nos cuidan en tiempos adversos. Por todo ello, se ha construido una falla, que es el elemento central de la celebración, con todos esos materiales primigenios de cada uno de los oficios que se entrelazan en un equilibrio colectivo mágico y casi imposible: la caña de la dolçaina que representa a los músicos, la pólvora a los pirotécnicos, la madera a los artistas falleros, el latón a los orfebres y el esparto y el hilo a los indumentaristas. Todos ellos se apoyan y se entrelazan entre sí culminando en una flor fallera como símbolo de la esperanza.

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Pero lo material se consume, es mortal y efímero. Sin embargo, el ciclo se repite gracias a toda esa fuerza inmaterial, que por el hecho de no existir físicamente, transciende más allá, es inmortal y se representa cosida en el cartel, porque es lo que permanece cuando lo material desaparece cíclicamente consumado por el fuego. Así, los dos carteles se complementan entre sí: a través de lo material se representa lo inmaterial y a través de lo mortal se representa lo inmortal.

Porque somos el resultado de un conocimiento ancestral concreto, de una manera determinada de entender la vida, y sólo protegiéndonos y cuidándonos, lo material podrá volver a resurgir de las cenizas, recibiendo la primavera, y será porque el patrimonio inmaterial e inmortal habrá permanecido. Siempre, año tras año.