Un año después podemos decir que la situación por fin se ha normalizado, lo que antes asustaba sólo por pensar en las posibles consecuencias del abandono, ahora ha quedado saneado. El espacio dispuesto ha quedado diáfano, y el solar donde antes ocupaba la nave artesana ha quedado amurallado y a expensas de lo que tengan a bien realizar sus legítimos propietarios. Esperemos suponga en breve la construcción de un nuevo obrador fallero, legítimos herederos de una Ciudad Fallera que cada vez más pierde su apellido en beneficio de otros sectores de producción.
Dicho esto, de lo cual nos alegramos, surge otro frente. Se soluciona un foco de infección y surge otro. La manzana colindante a la calle del gran Vicente Canet, la nueva avenida de Juan XXIII y la calle del Foc, vuelve a ser un vertedero incontrolado donde los amigos del desprendimiento fácil aprovechan la comodidad de un solar abierto hasta el amanecer para despojarse de una gran variedad de enseres. El solar en cuestión ha sido punto de encuentro para mobiliario de toda índole, comedores, tresillos o aparadores, vistiendo de miseria tercermundista los aledaños falleros.
Ahora ha llegado el momento para el calzado, y la futura calle de Emili Camps i Gallego supone una senda de cientos y cientos de pares de zapatos que campean a sus anchas entre rastrojos y escombros.