Dentro del coleccionismo fallero hay leyendas de todo tipo que hacen que se busquen ciertas publicaciones que no son fáciles de encontrar por sus cortas ediciones o porque el censor hizo de las suyas y arrancó o retiró del mercado páginas o portadas que no perdonó, convirtiendo esos ejemplares en rarezas. Hablamos del Libro Fallero de 1945.
No nos podemos olvidar en estas hojas las escaramuzas del Pensat i Fet en los años cuarenta o la desaparición del Ayatola Jomeini de la portada del Valencia Fruits en los años ochenta; o la menos conocida, la desaparición de varias hojas del Libro Fallero de 1945, no sabemos si por censura o por algún motivo que hoy escapa de nuestra memoria. Será una leyenda sin fundamento, pero lo curioso es que a muchos de los ejemplares consultados del libro fallero de 1945 les faltan varias hojas.
La historia de cómo llega a mis manos viene de largo, y nace en los aledaños de la plaza Redonda; en concreto, en una tienda hoy desaparecida dedicada a la ropa infantil, de la mano de uno de sus propietarios, Vicente, miembro de la falla Lope de Vega, y que a base ir al rastro todos los domingos, descubrió esta anomalía, ya que encontró dos libros con la misma tara y distintos al que él poseía.
La leyenda, como todas las leyendas, tiene mucha poesía, algo de verdad y una pequeña dosis de mentira. Tiene sus orígenes en los años cuarenta, en el centro histórico de la ciudad, en concreto en la zona de la Plaza Redonda. Hay que sumergirse en al ambiente, entre los meses de abril a diciembre de 1939, cuando el miedo paseaba por la ciudad, y hacía que muchos valencianos intentaran pasar desapercibidos, uno de ellos Regino Mas, quien se refugió en varias casas de la zona del Mercado Central hasta que se aclaró su situación.
Regino mantenía muy buenas relaciones con la comisión de Lope de Vega, ya que durante los años 1935 y 1936 les había construido la falla y conseguido el primer premio; situación que a la comisión le había hecho estar muy relaciona con los Comités Falleros debido a que entre los miembros estaba Salvador Gresa Capella, presidente de la comisión, el cual había desempeñado el cargo en los comités de vocal y tesorero en los años 33/34, junto con una belleza fallera vecina y conocida del barrio, Carmen Sanchis, 1931, prima hermana del padre del que escribe estas líneas.
El artista construyó las fallas de los años 1940 y 1942, que deparó a la citada comisión en estos difíciles años de posguerra el primer premio de las fallas en una sociedad festiva que estaba bajo sospecha, por su relación a los extintos comités falleros.
Salvador Gresa volvió a la presidencia de la falla a mitad de los años cuarenta, lo que le facilitó tener el citado libro a Vicente.
El primer ejemplar del Libro Oficial apareció en marzo de 1940. En estos primeros años, en sus páginas aparecieron escritores, poetas que hasta entonces eran habituales, acompañando a los textos distintas proclamas, y alabanzas a la nueva situación política.
Destacan en estos difíciles tiempos las colaboraciones de Teodoro Llorente Falcó, el cual participa con varios artículos de carácter histórico y de opinión, hasta su fallecimiento, en el año 1949.
En 1945 llegamos al caso curioso: páginas arrancadas una vez editado el Libro. En concreto, las correspondientes a los artículos de Teodoro Llorente, Crasiento Sinalefa (desconocemos si fue un apodo) y Martín Domínguez, el primero titulado ‘La falla de antaño’, el segundo con ‘Motivos’ y el último ‘Honor y responsabilidad’, publicado por segunda vez en el libro oficial de 1946, dado que Martín Domínguez era presidente de la asociación de prensa valenciana. Hecho que le cuesta el cargo al hasta entonces encargado de la Dirección Literaria, Ricardo Valero.
Esto es cierto o no lo es; lo curioso es que algunos nombres no volvieron salir en el Libro, y la vida siguió igual para otros muchos. El Libro llegó completo a mis manos en 2019, tras el fallecimiento de Vicente. Si es cierto o una casualidad, hoy es difícil saberlo. Pero en las fallas, como ya sabéis, todo es posible.