Hablando "diodenalmente", con diría Chiquito de la Calzada, a más de uno le hace "pupita el diodeno" a medida que nos acercamos a las fechas más falleras del año. ¿Los motivos? Eso es lo de menos. Unos por devoción y otros por obligación, pero el caso es que los estómagos están más movidos que un revuelto de ajetes tiernos.
Los hay que con la crisis les va a salir el estómago por la boca. Muy nerviosos por ambas partes. Los unos -no confundir con los hunos bárbaros- se empeñan de forma bárbara en hacer ver que la crisis no va a afectar a las fallas, que todo está en su sitio y que no hay que buscar quién pagará los platos rotos porque no se han roto ni se van a romper. A estos, que por lo visto viven en "Los mundos de Yupi", con Astraco y compañía, habría que explicarles el porqué una crisis a nivel mundial, y cada día más agudizada en España, sí que va a afectar, aunque sea sólo en determinados aspectos, a las fallas. Lo que hay que ser es prudente con las aseveraciones. Y aquí es donde vienen los otros, los que dicen que el año que viene el cielo caerá sobre nuestras cabezas, y que la
integridad de determinadas secciones
cuajadas de esponsorización correrá peligro. Mira qué bien.
Ni una cosa ni la otra. La crisis va llegando, y a nivel fallero en ella hay que englobar la psicosis y la realidad. La primera, porque es el motivo de que muchos grifos se vayan cortando antes de tiempo. Y la segunda, porque ya se deja notar en algunas comisiones que están apretando a base de bien para llegar a los plazos convenidos con el artista. Y eso en el mejor de los casos, que es cuando pagan. Ante el panorama, sólo me queda pensar que hay que mirar el ejercicio a los ojos y poner las ganas justas para redondear la jugada. Y el año que viene, pues eso, será el año que viene.
Otros que tienen en el estómago una maqueta del Vesubio cinco minutos antes de asolar Pompeya son algunos artistas que le han visto la cuerna al morlaco de refilón y ya han puesto los pies en polvorosa. Ya no hay horas, ya no
hay minutos, sólo hay una cuenta atrás
inexorable hasta el día de la plantà.
Los hay que han hecho del toreo un arte de salón, y qué quieren, tiene su encanto bien visto. Pero algunos, los menos, son subalternos de saltar tapias y recortar vaquillas.
El caso es que aquella leyenda que habla de artistas toreros más previsibles que Curro Romero se ha ido diluyendo a medida que han pasado los años. La profesión vive un momento de eclosión. Nuevas tendencias, estilos diferentes, modernas herramientas y avances a nivel técnico son los responsables de que los profesionales puedan disfrutar de un buen momento en su arte fallero. Y no nos olvidemos de la futura titulación. Un futuro que ilusiona, y que lo hará más si cabe cuando tenga forma además de fondo, y deje de ser una simple intención manifiesta.
Y por último están los que necesitan un tratamiento paulatino de la úlcera. y es que son muchos que a medida que se acercan los días definitivos, las Fallas en su máximo esplendor, van subiendo enteros en cuanto a tensión narrativa y vehemencia. Sus heridas estomacales están provocadas por ellos mismos, que engullen cristal por la mañana, vinagre a media tarde y sal gorda por la noche. Es decir, se cabrean y se mosquean con el mundo, con motivo o por diversión. Y el caso es que tampoco se les puede achacar ningún tipo de reproche, ya que la pasión por las Fallas llega a límites insospechados. Pero de verdad, reflexionemos. Suavicemos la pasión y seamos felices. Que esto de las Fallas es una fiesta y nos olvidamos con una facilidad pasmosa.
Image