Carro vacío

 

Manolo okAlejandro Santaeulalia habla con no poca contundencia en esta revista. Con motivo del reportaje dedicado a las fallas municipales, hibernadas unos meses desde que se pospusiera su plantà a marzo de 2022, el artista deja caer algunas ideas que no son cosa baladí.

Dice el artista y diseñador que cuando acabe el ejercicio quiere replantearse su continuidad como artista fallero. Y no es el único. Tanto con la boca pequeña como con aspavientos y críticas, los artistas falleros denuncian, explican y hacen pedagogía de su grave problemática laboral por activa y por pasiva, pero parece ser que nadie tiene los oídos dispuestos a asumir las consecuencias de sus diatribas. Mucho ‘volem falla’ pero poca comprensión hacia la realidad palpable de una profesión que, pese a haberle caído algún que otro meteorito encima, no se extingue. Será por inconsciencia o por amor desmedido a la profesión, pero ahí están. Al borde continuo de la extinción.

Tanto decimos “que viene el lobo” con el tema del artista fallero que ya hasta a mi mismo me suena a disco rayado, a película vista y libro desvencijado. Pero no deja de ser igual de real en cada ocasión que oímos aullar el peligro para la profesión. Ahora, en plena crisis derivada de una situación complicada como es la pandemia, los dientes rechinan con más fuerza y está la cuerda a punto de soltarse.

Hace dos años se puso sobre la mesa el tema de las medidas y los metros. Y aquello, más que una cuestión de tamaño era una cuestión de concepto, de horas, de personal, de todo lo que importa a la hora de saber gestionar una empresa. Porque los artistas no dejan de ser empresas que dan trabajo a otras personas, pagan sus impuestos, gastos y demás. No, las fallas no son una mágica creación que aparece por obra y gracia del artesano vestido con guardapolvo en el corazón de su obrador (que también, déjenme ser romántico). Las fallas son el producto que ofrece una empresa. Y al igual que quien vende grifos, muebles, esculturas, ordenadores o embutido, lo que quiere en su negocio es ganar dinero. Pero parece ser que si un artista fallero quiere vivir y ganar dinero está mal visto.

Lanza Santaeulalia sobre la mesa una frase demoledora: “¿Se van a dejar de hacer fallas? ¿No van a haber artistas falleros? No. Eso es lo triste. Lo triste es que el mundo de la Fallas va a ser una fábrica de muertos financieros. Esa es la realidad”. Realidad oscura y bastante acercada al día a día de los talleres. Y asesta certero un golpe en toda la sien cuando habla de esa “pescadilla que se muerde la cola” que es el concurso. “En una empresa tú tienes unos costes y trabajas para ganar dinero. No para ganar premios, para ganar dinero”. O lo que es lo mismo, dame veneno que quiero morir.

La pasión acaba envenenando de falla al artista y se olvida de ser empresario. Pero no es todo romanticismo por la premiación. Sin premio no hay paraíso, o lo que es lo mismo, en muchísimos casos no hay renovación o fichaje, no hay contratos, no hay nada. Y habría que cerrar la puerta del taller. Entonces parece ser que ir haciendo bola es la única solución.

La terrible subida de luz, la inflación en general y, por supuesto, la tremendísima subida del precio del corcho han sido los últimos invitados a una cena de pan duro y trago amargo. El artista, cada día más, se siente incomprendido en la soledad de su taller. El cliente, el fallero, por su parte, con el zurrón lleno de ‘esto es así de toda la vida’, escucha pero no quiere decodificar el mensaje. Y el mensaje es muy claro. No se puede seguir por el camino en el que estamos. No se puede. Es imposible.

Las fallas de 2022 serán magníficas, pero no retratarán la realidad. Cuando se quemen y comencemos a hablar de 2023, entonces volverá a sonar “que viene el lobo, que viene el lobo”. ¿Y lo peor saben qué es? Lo peor es que no vendrá. El lobo ya ha venido.

Braulio okTan sólo son unos escasos 90 días los que nos separan de la fecha en la que debemos quemar nuestros monumentos. Esto significa que entramos en la recta final del ejercicio y tanto unos como otros no deberíamos bajar la guardia en ningún sentido, más bien todo lo contrario.

Con los datos que cada día conocemos, la situación no se presenta demasiado halagüeña. Demasiados contagios y demasiados ingresos en hospitales. Las cifras alcanzadas en estas fechas y la expansión de la nueva variante del virus son aspectos verdaderamente preocupantes, sin contar con lo que pudiera llegar tras la celebración de las Navidades.

Sin ánimo de aguar la fiesta a nadie ni de colaborar en la difusión de pánicos innecesarios, lo cierto es que nos encontramos en una situación delicada dentro de unas fechas en las que, como hemos dicho, el ejercicio fallero asume la mayor parte de sus actos y donde la convivencia es imprescindible para que todo salga perfecto.

El hecho de que el virus no sea tan dañino como al principio nos puede dar una pequeña ventaja respecto a lo que sucedió hace dos años, puesto que, según las autoridades sanitarias, estamos lejos de ello debido a la vacunación masiva y la continuidad con el uso de las mascarillas

Hablando de las Fallas, tenemos claro que se están analizando constantemente las situaciones, pero hay algo en lo que debemos pensar, que no es otra cosa que seguir practicando la prudencia. Seguir el camino de sentido común que han andado las comisiones durante todo este tiempo, en el que han sido un verdadero modelo.

El sacrificio colectivo es necesario y, lo mismo que hemos sido ejemplo que seguir durante el grueso de la pandemia, debemos continuar siéndolo en esta etapa. Nuestra fiesta es muy importante y no podemos permitir que se pare ni se deteriore, pero también hemos de pensar que la salud es mucho más.

La sociedad en general no deberíamos tomarnos a broma estas indiscutibles acciones, porque no vamos a ningún sitio con negacionismos y palabrerías de unos cuantos. La realidad es sólo una y no es otra que la que estamos viviendo día a día. Cuídense, tomen todas las precauciones sanitarias, vacúnense y lleven mascarilla.

Feliz Navidad y próspero año nuevo

Mis mejores deseos para que se cumplan los sueños de todo nuestro colectivo fallero, que la situación cambie sustancialmente, pero, insistiendo una vez más, en que la colaboración de todos respetando la normas sea un hecho consumado. Feliz Navidad.

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