Carro vacío

BraulioTenemos lo que nos merecemos. Y así nos va. Lo digo después de asistir a la última Asamblea de Presidentes. A uno ya no le cabe la menor duda de que la asistencia a dichas convocatorias es una total pérdida de tiempo. Nada es ya lo mismo, nada cambia de su estado natural de los últimos años, nadie va más allá del problema que concierne a su propia comisión y pocos piensan en la fiesta en general.

Pena y desilusión es lo que transmiten cada una de las que se celebran, porque pocos son capaces de mover un dedo para cambiar el rumbo y salir de esa espiral anómala que desde hace tiempo se viene produciendo. Ya no existen esos enfrentamientos dialecticos defendiendo ideas contrarias a lo que llega desde la alta jefatura. Ya no escuchamos intervenciones coherentes que ponían en entredicho lo que se pretendía imponer. Ya no escuchamos a esas voces de la vieja guardia que desde arriba se han tratado de acallar mediante ataques personales ante la mirada impasible de los compañeros. Ya no escuchamos coherencia y decisión.

El abandono de la sesión, el pasado martes, por parte de los presidentes del sector Malvarrosa-Cabanyal-Beteró, avala perfectamente esta teoría, ya que tan sólo un presidente se adhería con claridad a su protesta, que sin ser demasiado decisitoria solicitaba reflexión sobre la decisión de los días de montaje de carpa, y pedía una votación no vinculante a mano alzada para que el concejal de Cultura Festiva conociera el sentir de los presidentes. Todo era una consecuencia del Bando de Fallas que tantos problemas nos trae, y que después de muchos tiras y aflojas, los aflojas marcaron las pautas, haciendo que muchos manifiesten disconformidad con al acuerdo final.

Al colectivo fallero, compuesto por más de 100.000 personas, y que aporta grandes beneficios a las arcas públicas, además de muchos otros y que todos conocemos, no es prudente apretarle tanto las tuercas por aquello de que podrían llegar a romperse, y con él, esos beneficios que aludíamos.

BraulioAsí son las urnas, así son las decisiones de los que mandan y así hemos de asumirlo por aquello de la democracia, lo que no significa que nos hayan agradado demasiado las decisiones. Y no me agradó ni a mí ni a un gran número de falleros que esperábamos que en la concejalía de Cultura Festiva hubiera un relevo. No estamos hablando de partidos políticos, hablamos de los gestores.

El sr. Fuset no ha sido un buen gestor en estos pasados cuatro años, y llevó al colectivo fallero por el camino que él mismo eligió sin consensos ni historias durante una legislatura que ha dado para mucho. Cuatro años en los que las Fallas han vivido momentos muy tensos debido a los enfrentamientos que se han ido produciendo. Cuatro años en los que el concejal y sus asesores han hecho de su capa un sayo.

Regresemos al presente. Según los últimos acontecimientos, la cuestión nos desconcierta, de ahí estas dudas: ¿Nos encontramos en las mismas circunstancia? ¿Va a cambiar su proceder en vista de lo acontecido durante el pasado ejercicio? ¿Lo que hemos visto este mes es puro espejismo?

La nueva legislatura se inicia con una amplia renovación de la directiva, introduciendo personas que nada tienen que ver con determinadas líneas seguidas; personas que conocen bien el colectivo y de reconocida solvencia como seguidores y afines a la fiesta. Y uno piensa, ¿existe alguna trampa en lo que vemos o simplemente se ha recapacitado ante comportamientos de falleros y de sus propios compañeros?

Desde fuera, lo que se aprecia, en lo que por mi parte se refiere, es un relajamiento discreto, un dejar hacer sin persecución de comportamientos, unas ganas de congratularse con el colectivo. Y eso es lo que no acabo de ver.

Ojalá estas premisas se hagan realidad y las cosas cambien totalmente. Lo que ya no me cuadra tanto es el tema de esos asesores con sueldo que fueron actores principales de equivocaciones anteriores. Porque si de lo que se trata es de tenerles en el cargo, quizás por agradecimientos, pues dentro de lo que cabe sería soportable. Si de lo que se trata es de, con el tiempo, volver a las andadas, la cosa ya no tiene el mismo cariz.

Lo que está muy claro es que las circunstancias han cambiado y que las personas al frente de diferentes estamentos del colectivo no son las mismas, y tampoco son vulnerables que se amilanen ante determinadas incongruencias. Hay voluntad de unión, de caminar hacia adelante, pero no de estancarse en el pasado.

Las Fallas son de los falleros, porque son los que pagan la fiesta, y ellos, por lógica, han de seguir defendiéndola y procurando que avance sin trampas ni cortapisas de personas que quieran jugar con ellas. Ayuntamiento, estamentos oficiales y falleros están destinados a entenderse y por ello la convivencia y la cordialidad ha de ser el camino a seguir.

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