Y digo pese al mundo, porque es el mundo en general el que a los artistas falleros les hace la vida complicada, pesada y dolorosa. A veces el fallero, paño de lágrimas de sus cuitas, se queja de los ‘lloros’ de todo tipo que acaban saliendo a la palestra. Y hoy rompo una lanza por esos lloros, y digo que son necesarios como termómetro del día a día apretado y cargante del artesano fallero.
El mes pasado llegaba el no aplazamiento del IVA para los artistas, y cuando no es este problema son otros de calados diferentes, pero de entidad suficiente para llevar al traste la vida de un profesional. A veces, por no decir siempre, el fallero, imbuido en su ombligo, al que mira y remira en todo momento, se le olvida que los artistas falleros, a día de hoy, son una empresa de la que dependen sueldos, impuestos y familias. Se hace duro, muy duro, lidiar con la informalidad en los pagos, las mensualidades que no llegan, el ‘ay, se me ha olvidado’ y demás, que no pasarían (o por lo menos con tanta asiduidad) en otros ámbitos empresariales. El sustrato económico es fundamental para que el taller funcione, que el artista trabaje y que todo vaya como tiene que ir. El fallero debe saberlo, ser consciente y apechugar. Ha de trabajar codo con codo con el artesano. Han de hacer, mira tú por dónde, ‘pinya i comboi’ para que todo llegue a buen puerto.
Hablar con frivolidad de materiales no colabora tampoco en fortalecer la industria productiva del artesano fallero. Y me refiero al maná en forma de paja de arroz que algunos auguran como material perfecto para construir fallas. El mes pasado se daba a conocer la noticia de que el Ayuntamiento apoya a la investigación de materiales más sostenibles para las fallas. Los investigadores trabajan en una forma de realizar ninots con una impresión de 3D basada en materiales de reciclaje como la paja del arroz, para que la combustión sea más limpia, y se rebajen o reduzcan los contaminantes. Y la catarata de críticas de los artistas falleros no se hizo esperar, algunas de ellas en las redes sociales y de forma airada.
El postureo se ha instalado en nuestra sociedad, eso lo sabemos y soportamos, y cuando hay que hacerlo, pues lo decimos. Y el postureo alrededor de todo lo que engloba el hecho del arte fallero y sus profesionales es ya la repanocha. Mola mucho tirar de ‘palabros’, de grandes soluciones y de estrategias de todo tipo. Pero de meter mano en la ‘pastera’ para agarrar ‘fanc’ y modelar un futuro mejor para el artesano poco, muy poco.
El artista fallero está detrás de todo el humo, esperando que las comisiones les llamen para firmar fallas; deseando que llegue algún trabajo alternativo que de vidilla al año; pensando en qué se puede ofrecer, en qué cambiar, en qué innovar para resultar más competitivos; ilusionándose y sufriendo por los premios, necesarios a todas luces; haciéndonos soñar y dando nombre a la fiesta del fuego valenciana, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Pese a todos, siguen siendo los mejores.