Es costumbre en nuestras tierras ‘matar’ al mensajero cuando éste no satisface lo que queremos escuchar, leer, o no adula al interesado poniendo en entredicho su verdad, dejando en la picota sin pensar a quienes tienen el cometido de informar, transcriben la literalidad, o tienen la ‘fea’ costumbre de opinar.
Todo esto viene a colación del desafortunado comentario de Fernando Población en La Gaceta de Salamanca tras el desfile militar con motivo del Día de la Fiesta Nacional. El salmantino tuvo la ocurrencia de referirse a la mascota de la Legión con una frase realmente innecesaria: “La cabra de la legión (carnero) es al desfile, lo que la fallera mayor es a las Fallas. Es protagonista, aunque simplemente se limita a lucir palmito”. Los falleros, hartos de continuos agravios internos y externos no tardaron en emular a la legión, pero romana, formando en testudo o tortuga para, desde esta posición, responder a lo que entendían como asedio de uno de sus más sagrados símbolos.
Uno de los primeros sería el concejal de Cultura Festiva, quien emulando a César cruzaría carta en mano el Rubicón, gritando al ciberespacio “A qui ha publicat una “opinió” comparant “la cabra de la Legión” amb la figura de la Fallera Major li espera una carta. Exigirem disculpa”, tildando al columnista de irrespetuoso por “la estúpida, masclista i faltona ocurrència de fer un simil de la figura de la Fallera Major amb la cabra de la Legión”. El concejal de Comercio, Control Administrativo, Espacio Público y Relaciones con los Medios de Comunicación, sería más explícito: “Hola, Fernando, eres imbécil. Así. Sin comparaciones ni paliativos. Imbécil, imbécil”. Y aunque Fuset advirtiera, “ah! I no li donem publicitat gratuïta!!”, los comentarios ya no cesaron.
Ahora bien, leamos con detenimiento la susodicha frase y preguntémonos: ¿se compara realmente la figura de la Fallera Mayor con la cabra, o simplemente se comparó su cometido? De ser la primera opción estaríamos ante una evidente falta de respeto; de ser la segunda, estamos quizás ante lo que muchos vecinos, falleros, e incluso políticos en situación de oposición, han dicho desde hace años del cometido de la máxima representante de la fiesta, tildándola literalmente de ‘mujer florero’. ¿Por qué entonces nos rasgamos ahora las vestiduras?
Recordemos aquello de la paja en ojo ajeno y la viga en el propio, y analicemos fríamente si el problema es quién lo dice, cómo lo dice, o qué dice. De ser esto último, y ésa es la imagen que de nuestras falleras mayores trasladamos al exterior, igual la carta para llamar a capítulo tiene un destinatario distinto, ahorrándonos hasta el franqueo. Sé que por esto alguna ‘cornà’ me puedo llevar, pero dejémonos de carneros, cojamos la cabra por los cuernos, y no entremos en estéril pelea cual cabrones de cuerno retorcido contra el mensajero.
Demostremos que el macho cabrío pasó realmente a mejor vida, y que buscamos falleras mayores entre quienes mejor representen, conozcan y sepan difundir los diferentes valores culturales de la fiesta, y no demos a entender que preferimos a ‘la más mona’ de entre la juventud censada, y que acata sin rechistar aquello que le den a firmar.
No busquemos carneros que sacrificar, el problema es nuestro, y quienes deben evitar esa imagen retrógrada son quienes tienen la potestad para ello, quienes la han amparado, los propios falleros/as y su presidente/concejal a la cabeza.