Llegamos a la recta final del ejercicio, por fin, ya que finalmente parece que hablaremos de fallas, o eso espero. El ‘lobby’ político-festivo del que parece depender la actual Junta Central Fallera no ha dejado tiempo para hablar de fallas y falleros en todo el ejercicio. Ante sus continuos charcos, los correspondientes revolcones; ante el continuo intento de imposición del pensamiento único o la negación de libertades, creativas incluidas, el correspondiente malestar. Ante la ineficacia en la gestión que otros veían antes, el aplauso más inconcebible cuando ahora otros hacen lo mismo, o rectificando a salto de mata entre ‘troletes’ y ‘bonyigues’. Ver para creer, o como diría la canción, y cómo hemos cambiado…
Llegó la hora de exaltar a las Reinas, a esas a quienes les quitan el lugar de privilegio en las Galas de la Cultura en pro de no se sabe bien qué necesidades. Para este menester, el de exaltar, parece ser que los tiempos no han cambiado, y como ahora ‘mandamos’ ya no recordamos lo que pregonábamos, y asumiendo, me imagino que también, los deseos de citado ‘lobby’ imponemos nuestro criterio a la hora de elegir a quienes glosen la figura de las máximas representantes. Con ello no quiero decir nada absolutamente en contra de las elegidas, y más porque a fecha de hoy todavía no llegó la hora de la puesta de largo, incluso diré más, en mi opinión reconozco a la señora Susana Gisbert como una luchadora incansable contra el machismo y su violencia, y eso la honra. Pero también podemos ver que es una perfecta elección para un ejercicio donde precisamente Junta Central Fallera se situó en el punto de mira del machismo más casposo por los documentos firmados por las candidatas a Falleras Mayores por expreso mandato presuntamente de su secretario general, con conocimiento o no (ejem, ejem) de su presidente, y al margen del colectivo fallero. Documentos que finalmente serían retirados a pesar de no verlos inconvenientes la propia Fallera Mayor de Valencia 2017, pecando quizás de un exceso de complacencia vista la opinión de sus predecesoras en el cargo. Un aparente lavado de cara oficialista para mostrar con gestos aquello que se ignoró de facto. Una lástima este evidente ‘enjuague’ a costa de tan distinguida señora.
O qué decir de Teresa Broseta, mujer con los condicionantes idóneos para su elección como mantenedora, también fallera, y una número uno literariamente hablando, más allá de su labor ya bautizada como una de las mejores traductoras al catalán moderno. ¿Casualidad?
Mejor tampoco mentar esa paridad ficticia que tanto gusta de destacar como eslogan y que luego al parecer sólo conviene cuando interesa, como el criterio de las bases de ciertos concursos.
Pero no sufran, si así lo desean, vean ahora pluralidad donde antes sólo veían imposiciones, que, aunque sólo quedemos cuatro, algunos de los que criticábamos ciertas actitudes de antaño, seguiremos haciéndolo ahora en lugar de agachar la mirada, o directamente buscar excusas para maquillar lo evidente.