Fan més soroll dos que criden, que cent que callen. Día a día se hace más patente el tufillo a rancio en esto de las fallas. Aquellos que “vivieron felices” al largo de veinticuatro años a pesar de censuras, abiertas y encubiertas, a pesar de ataques directos al futuro de las mismas (IVA), a pesar de normativas perjudiciales para la actividad fallera (uso del espacio público), a pesar del ninguneo permanente de la cultura de las fallas (promesas sobre teatros para las fallas), etc... ahora salen de sus caparazones y se desperezan y airean.
Abans no em feies festes i ara me’n vols fer, o em vols fotre o m’ has de menester. Se trata de una vieja historia que algunos ya vivimos. Y es que la caverna vuelve a despertar ante la pérdida de sus parcelas de control sobre el mundo fallero. Incluso se atreven a asegurar que hacen como hacían sus “adversarios” en tiempos pretéritos muy cercanos. Tal vez sea así, pero la diferencia estriba en el lenguaje y en los objetivos. Unos hablaban de cambio, de propuestas, y otros hablan de “no consentir”, de obligar. La diferencia está en ese “amor por las fallas” que predican que en algún caso sólo es de etiqueta.
Festa de foc, no la veges mai de prop. Y claro todo esto lleva al ridículo colectivo de las Fallas. La imagen que se transmite, porqué es la que “vende”, es la de un colectivo retrógrado, anquilosado en el pasado, sin capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y por encima de todo “rancio” y conservador. Y que nadie se engañe, para los no falleros, no sólo los espectadores de fuera, ésa es la imagen que seguimos dando. Algunos tendrían que hacérselo mirar, y pensar si son capaces en las consecuencias a las que exponen al colectivo, sólo por erosionar o perjudicar a los que ahora mandan.
A la primera, perdó; a la segona, bastó. Todo esto no implica que los actuales gestores lo hayan hecho rematadamente mal en algunas cuestiones, porque así es. Reconocer los errores es el primer paso. El siguiente es asumir responsabilidades, cosa que sus adversarios jamás han hecho, hacen, ni harán. Pero ahí también está la diferencia.
A la força no es guanyen voluntats. Presidentes de la JCF, secretarios generales y Falleras Mayores de Valencia han quedado a los pies de los caballos. No les ha importado “mentir” para atizar al adversario político. Alguien debería asumir el “liderazgo” de estos nuevos grupos de poder que han “montado”.
Tirar-se la terra als ulls. Profundamente decepcionado con la imagen que las Falleras Mayores de Valencia (no todas) han dado. Se lucha por su imagen, por sacarlas de la urna y ellas defienden lo indefendible, que se les trate como personas sin criterio ni formación. Tal vez no merecen la lucha de tantos años. Dan la razón a los que peor piensan sobre ellas.
El que no fa res, mai s’equivoca. Ahora llega el momento de romper, triturar si fuera posible, ese maldito protocolo que, durante tantos y tantos años, algunos, y algunas han ido pergeñando a oscuras, en silencio, mientras todos los demás los acatábamos. Todos somos culpables. ¡Ah! Y no sólo hay que desmontar las cuestiones discriminatorias, también hay que acabar con las cuestiones que convierten la presencia de las Cortes y de las Falleras Mayores de Valencia en un tostón repetitivo, decimonónico, donde participan como meros autómatas. Tenemos la ocasión, no la perdamos.